miércoles, noviembre 03, 2010

Desde Buenos Aires

Por Miriam Badillo

He querido esperar hasta el último instante de mi estancia en esta ciudad austral para escribir algo sobre ella. El principio fue algo atropellado, pero creo que así son todos los principios, al menos en lo que a viajes concierne. El choque cultural es algo que en menor o mayor medida siempre se presenta, la diversidad de modos de ser es tan amplia que nunca deja de sorprender. Hay estereotipos que se van forjando y nutriendo a lo largo del tiempo y que en menor o mayor grado nos alcanzan, uno tiene idea de lo "mexicano", de lo "argentino". De esto último sabemos algo sobre cierto caracter altivo, no voy a desmentirlo porque lo he visto, pero tampoco lo confirmo en su totalidad, algo de eso hay, es verdad, pero no lo es todo. Buenos Aires es una hermosa ciudad agitada y el estres se pasea a toda velocidad por sus largas avenidas, pero a los ojos del turista, cuya mirada es necesariamente más lenta y descanchada, todo se vuelve violento, aunque sólo sea el ritmo natural de los días de semana de trabajo y un poco de esa altivez... Las variantes del español no deberían ser una barrera (más bien una delicia), pero desafortunadamente lo son, hay que trabajar en ello y hay disfrutar lo nuevo, aunque al inicio se sufra un poco...
Buenos Aires es hermosa, es una ciudad que puede caminarse (los de aquí lo hacen a mil por hora y eso que yo no camino nada lento), en la cual es fácil orientarse por su traza perfecta. Cada barrio es único, distinto, se puede intimar con cada uno de una manera particular, en todos hay algo que es propio de quienes lo viven. Creo que hay una relación de amor entre Buenos Aires y sus habitantes, la conocen bien, la viven con intensidad y con pasión.
No pude evitar recordar todas las referencias de Borges, el nombre de calles, plazas y parques estaban en mi memoria, fue hermoso andar por esos lugares que resuenan en los cuentos del "mero literato argentino". Lo mismo del querido Cortazar y, aunque ya no sea de los favoritos, de Sabato. Andar por las calles de San Telmo donde vive Mafalda y vivía Quino. El jardín botánico que se me regaló desierto bajo la lluvía con todos sus gatos. La preciosa librería el Ateneo en un antiguo teatro de Santa Fe es cosa linda linda.
Como siempre, lo ideal es alejarse de lo más turístico, caminar y confiarse más a los colectivos que la cruzan sin parar de sol a sol.

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