jueves, abril 02, 2020
La sonámbula
La
sonámbula
Por Miriam Badillo
Del recuerdo a la memoria, a la
mistificación. Durante años la idea deambuló en su mente, en sus ganas de
escribir. Siempre creyó que en cuanto por fin empezara, esa sería su primera
historia, un material que si valía la pena. Al paso de los años fue alimentando
la leyenda del valor de ese recuerdo, de ese futuro cuento o novela. La idea
venía de una película francesa que vio una noche en la sala de su casa que por
entonces hacía las veces de su habitación. Recordaba el título: La somnambule. Recordaba al personaje
principal, una jovencita que vivía un viaje de autodescubrimiento que duraba un
día y una noche y en el cual la poesía de Rimbaud tenía un lugar fundamental y
cuya lectura le provocaba incluso una especie de catarsis, de crisis
convulsiva. Nunca pudo volver a verla, a pesar de que la busco tenazmente.
Recordaba que aquella muchacha era muy fuerte, solitaria, huraña, algo rígida.
Recordaba que la historia era poderosa, conmovedora, profunda, oscura, pero a
la vez simple en su argumento. Ella quería escribir algo así, algo que fuera
descrito con esos mismos adjetivos por algún imaginario futuro lector, pero
cuando por fin lo intentó no lo logró. La idea no resistió el viaje de su
memoria al papel, todo lo que escribió carecía de aquellos atributos, era
banal, carecía de brillo, no tenía vida. Trató incluso de delinear al
personaje, sabía que de acuerdo con ciertas reglas de oro de la creación
literaria, o al menos de aquellas que le enseñaron en los talleres en los que
siempre tuvo el impulso de participar, sin dejar nunca de sentirse algo fuera
de lugar y un poco triste, tenía que adjudicarle alguna característica
especial, algo que la distinguiera. Pensó entonces en describirla como coja,
incluso escribió el párrafo inicial de aquella fallida narración aludiendo a
ese rasgo:
Camina de regreso a casa al ritmo su
cojera. La discordancia de alturas es casi sutil, pero lo bastante manifiesta
como para que incluso un ojo poco observador pueda notarla. Sin embargo,
ninguna mirada parece interpretar aquella disparidad como un defecto que
demerite la estética esperada en una jovencita, sino más bien como un rasgo que
la separa del resto del mundo y le otorga una elegancia áspera, casi
autoritaria. En su cabeza está Rimbaud: debe hacer una exposición breve sobre
su vida y analizar alguno de sus poemas en la clase de literatura. En su
mochila lleva los libros que encontró en la biblioteca. Tiene una idea vaga por
alguna clase anterior, pero la poesía nunca le ha interesado, así que tendrá
que pasar la tarde trabajando en ello sin mucho entusiasmo. Por fortuna su tía
enfermera debe cubrir el turno de la noche, así que en la casa estarán sólo
ella y Roja, su gata, como tantas otras veces.
Incluso llego a sentir una humilde y auténtica alegría con aquellas
líneas que le llevaron un largo rato escribir porque las sintió como el
producto del trabajo verdadero, un acto de creación auténtico. Siguió pues
avanzando y pensó en el ámbito solitario del departamento en que vivía aquella
muchacha, en el posible contenido de la exposición sobre Rimbaud (tal como lo
recordaba de la película) y durante la cual ocurría el episodio aquel de la
catarsis debido a la intensidad de su poesía. Pero después ya no sabía cómo
continuar y pensó que lo que debía hacer era leer al poeta, que él le marcaría
la pauta que debía seguir. Buscó los libros que tenía en su casa...incluso
aquel librito magnifico de Michon, Rimbaud
le fils que había leído en traducción y que acababa de conseguir en francés
(en realidad lo que deseaba era escribir un libro como ése), pero pronto comprendió
que eso tampoco iba a otorgarle ninguna solución, ninguna respuesta, decidió
abandonar la estrategia. Así lo consigno en su diario...
“Creo que no debo seguir forzando La sonámbula, se trata de una idea que
tengo desde hace demasiados años en la cabeza, como un sueño, pero no encuentro
la manera de darle cuerpo, de que el texto refleje o contenga el significado de
aquello que vi, sentí o imaginé. Creo que me está estorbando, no fluye, no
encuentro el modo ni el sentido, cualquier cosa que escribo al respecto termina
siendo banal, hueca, superficial. El recuerdo de esa idea siempre será superior
e inasible.” Entonces empezó a escribir esto.
jueves, diciembre 20, 2018
Gerardo
Gerardo....
martes, septiembre 11, 2018
Kaidara Amadou Hampâté Bâ Traducción Miriam Badillo
Kaidara
Amadou Hampâté Bâ
Traducción Miriam Badillo
“La vida y la muerte en nosotros moran. Torso contra torso, ahí se encuentran, ahí luchan. Como el agua contra la tierra, ahí luchan sin respiro. Cada victoria ganada en el lado derecho en el lado izquierdo es derrota. Toda ganancia obtenida en el este, en el oeste se vuelve pérdida. Nuestra hambre de conocer es un fuego que arde siempre. El viento de tus saberes sopla y lo aviva más. Nosotros mismos que estamos aquí, ya oramos; la hora de la oración, la cumplimos. Y vertimos, en el lugar prescrito, la leche nutricia, la leche intercesora. Pagamos el tributo de mantequilla, lo saldamos. Salimos de una gota minúscula caída como lluvia-maravilla en un hueco fértil, velado y escondido. Nosotros estamos destinados a pudrirnos desmembrados. Nosotros estamos destinados a oler mal. Nosotros vamos hacia el regreso al origen. Nosotros somos creaturas creadas. Nosotros somos creados creadores. Nosotros no nos debilitamos durante el camino. La paz es nuestro deseo. Nosotros dirigimos nuestros pasos hacia el reino de Kaidara; Kaidara el lejano, Kaidara el muy próximo.”
Amadou Hampâté Bâ
Traducción Miriam Badillo
“La vida y la muerte en nosotros moran. Torso contra torso, ahí se encuentran, ahí luchan. Como el agua contra la tierra, ahí luchan sin respiro. Cada victoria ganada en el lado derecho en el lado izquierdo es derrota. Toda ganancia obtenida en el este, en el oeste se vuelve pérdida. Nuestra hambre de conocer es un fuego que arde siempre. El viento de tus saberes sopla y lo aviva más. Nosotros mismos que estamos aquí, ya oramos; la hora de la oración, la cumplimos. Y vertimos, en el lugar prescrito, la leche nutricia, la leche intercesora. Pagamos el tributo de mantequilla, lo saldamos. Salimos de una gota minúscula caída como lluvia-maravilla en un hueco fértil, velado y escondido. Nosotros estamos destinados a pudrirnos desmembrados. Nosotros estamos destinados a oler mal. Nosotros vamos hacia el regreso al origen. Nosotros somos creaturas creadas. Nosotros somos creados creadores. Nosotros no nos debilitamos durante el camino. La paz es nuestro deseo. Nosotros dirigimos nuestros pasos hacia el reino de Kaidara; Kaidara el lejano, Kaidara el muy próximo.”
viernes, junio 01, 2018
Novela
Por Miriam Badillo
Me falta imaginación. No soy buena
inventando historias. Sé mirar a la gente porque me aterra. No sé cómo
acercarme, no sé qué decir, no sé cómo establecer lazos, no sé cómo expresar
calidez, no sé cómo hacer que los demás se sientan cómodos en mi proximidad. No sé cómo
entablar conversaciones que desemboquen en intimidad, amistad, complicidad, sin sentir que no soy yo la que habla, sin sentir que nunca logro decir lo que realmente quería decir. No
sé cómo hacer amigos. No sé cómo hice los que tengo ahora. No sé cómo no
sentirme ajena y ansiosa cuando debo participar en alguna reunión, cómo no sentir que me gustaría estar siempre en otro lugar, que desearía salir huyendo
sin que nadie se dé cuenta. No sé cómo romper el hielo. Me gusta llegar a todas partes con anticipación,
que nadie me vea entrar, no me gusta perturbar a nadie. No me gusta llegar
tarde a los conciertos, al cine, a las clases. No me gusta pasar por delante de
quienes ya están instalados, no me gusta interrumpir cuando alguien ya ha
empezado a hablar, no me gusta cruzar un salón en busca de un asiento vacío. No
me acerco, pero miro. Sé mirar y sé escuchar. Pero para escribir esto tengo que
salir de mí misma, tengo que crear un personaje y hacer que viva y actúe en el
mundo, que haga cosas. Necesito que pasen cosas para él, para el personaje.
Necesito una trama, un argumento, un misterio.
miércoles, noviembre 08, 2017
Escribir
Por Miriam Badillo
Escribir es lo único. Sobre qué
escribir, no lo sé; hay temas de los que me siento incapaz de ocuparme. Quiero
escribir una novela de detectives porque es el bálsamo con el que yo misma me
alivio un poco las heridas. De algún modo, a pesar de que en ellas hay siempre
un crimen, o muchos, éste no es sino un hecho desencadenante, un pretexto para
que todo lo demás tenga lugar, para que la maquinaria del pensamiento resuelva
el misterio. Los crímenes en las novelas de detectives no causan un dolor
verdadero, lo que importa es resolver el enigma, lo que importa es la obsesión
por conocer la verdad y, además de todo, son endiabladamente entretenidas.
viernes, agosto 04, 2017
Ojos verdes
Ojos verdes, encendidos y filosos.
viernes, julio 22, 2016
Ojos verdes
Ojos verdes.