sábado, enero 05, 2008




Une fleur maladive

Por Miriam Badillo

Todas las líneas que convergían para formar ese cuerpo, las texturas, la materia se disgregaron un poco por todas partes, en un solo gesto de despedida, a cada paso que daba. La disolución de la presencia ocurría en la dimensión de lo que llaman realidad pero reaparecía intacta en el ámbito de su mente, ahí el cuerpo con todos sus detalles se materializaba, transmigraba. El sabor particular de cada gota de sudor, la gravedad de los sonidos palpables entre los labios, las ondulaciones de los dedos, su delicada aspereza; la levedad de las caricias involuntarias que le hacía con las puntas de su cabello, los destellos húmedos entre sus pestañas, la dulzura del aroma siempre extrañado, la perfección geométrica de las uñas de los pies, la fragilidad y lisura de la piel, las curvaturas perfectas dibujando sus piernas, sus brazos, su espalda, el contorno de los labios; el mirar flotante, suspendido en el aire del entorno completamente poseído, dominado, demarcado; la fina, delicada musculatura de sus costados, el pecho transparente, la densidad, la cadencia espesa de cada movimiento, la negra confusión de las cejas, las bellísimas líneas de sus expresiones como abismos, líneas que profundizadas hacían crecer su total poder de seducción, la respiración, la exhalación... un nombre desde luego y su silencio.

Ilustrado con "kiss" de Edvard Munch

This page is powered by Blogger. Isn't yours?