miércoles, diciembre 03, 2008
Venus, Luna, Júpiter.
Por Miriam Badillo
Lunes primero de diciembre 2008, ciudad de México. Recibo la llamada de alguien que me lo hace notar: la luna formando un triángulo exquisito, simple y perfecto con dos planetas, Venus y Júpiter. Tres cuerpos estelares sencillamente dispuestos. ¿Hay algo bello que no sea simple? lo leí en algún lado, no recuerdo donde. También recuerdo un pasaje del Amour fou de Breton donde el poeta describe un collar formado por algunas perlas bellamente dispuestas en finos hilos de plata en el cuello de una chica,hacían pensar en cuerpos celestes y, desde luego, en señales del misterioso universo. Recordé también un par de aretes en el lóbulo de alguna niña de mi infancia escolar: una finísima luna (menguante o creciente) acompañada de una piedrecita brillante, siempre me pareció una combinación delicada y bella. Recordé también Los anillos de saturno de Sebald, recientemente obtenido, y pensé que el alemán no habría podido elegir otro título siendo él como es en su prosa: delicado, bello y sencillo.
Intenté registrar el hermoso hecho en un negativo fotográfico, no creo haberlo conseguido con riguroso éxito pero tal vez si defectuosamente, ya lo sabré. Desde luego la persona que me hizo notar la deliciosa tringulación, como un generoso regalo, padece también esa extraña obsesión por el registro duradero de imágenes, de efímeras bellezas.
Habrá que mirar al cielo con más frecuencia.
Por Miriam Badillo
Lunes primero de diciembre 2008, ciudad de México. Recibo la llamada de alguien que me lo hace notar: la luna formando un triángulo exquisito, simple y perfecto con dos planetas, Venus y Júpiter. Tres cuerpos estelares sencillamente dispuestos. ¿Hay algo bello que no sea simple? lo leí en algún lado, no recuerdo donde. También recuerdo un pasaje del Amour fou de Breton donde el poeta describe un collar formado por algunas perlas bellamente dispuestas en finos hilos de plata en el cuello de una chica,hacían pensar en cuerpos celestes y, desde luego, en señales del misterioso universo. Recordé también un par de aretes en el lóbulo de alguna niña de mi infancia escolar: una finísima luna (menguante o creciente) acompañada de una piedrecita brillante, siempre me pareció una combinación delicada y bella. Recordé también Los anillos de saturno de Sebald, recientemente obtenido, y pensé que el alemán no habría podido elegir otro título siendo él como es en su prosa: delicado, bello y sencillo.
Intenté registrar el hermoso hecho en un negativo fotográfico, no creo haberlo conseguido con riguroso éxito pero tal vez si defectuosamente, ya lo sabré. Desde luego la persona que me hizo notar la deliciosa tringulación, como un generoso regalo, padece también esa extraña obsesión por el registro duradero de imágenes, de efímeras bellezas.
Habrá que mirar al cielo con más frecuencia.
