viernes, septiembre 14, 2007

Alucinaciones. Fragmento III.

......................................Para la gaviota-halcón que vive en mí.

Texto y foto por Miriam Badillo


En el medio de la noche ella despierta y se da cuenta de que sí es posible. Las imágenes están nítidas, vivas. Todo lo que él le ha contado, sus recuerdos, sus instantes decisivos, los tiene dentro de sí, como si fueran suyos. La recorre un temblor de alegría, una alegría sutil, simple pero honda, una alegría que tiende sus raíces en un pasado ajeno que ahora le pertenece misteriosamente. Sí, sí es posible.
Las fotografías, las palabras, los objetos son materia líquida que ellos beben el uno en el otro, se contagian sensaciones, secretos que permanecen secreto, dulzuras, calores insolentes que recorren el cuerpo, ahogando la respiración, entrecortándola. Una proximidad de las geografías interiores, la conjunción de las intuiciones sobre la inmensidad de los cielos descubiertos y compartidos, una lejanía de los cuerpos…pero eso es solo una circunstancia, poco importa.
Hay dos historias divergentes, la experiencia del mundo en ausencia el uno del otro, pero el encuentro lo trastorna todo, juega con el tiempo y el espacio a su antojo. El encuentro determina, es el principio de la llave y la cerradura, la lógica loca de los pesados vuelos de una nave metálica que invoca aquellos que permanecen sencillos y transparentes, suaves e inimitables, los de las aves.


Comments:
Tal como le había iluminado toda su vida, también ahora el entendimiento iluminó ese instante de la existencia de Juan Gaviota. Tenían razón. El era capaz de volar más alto, y ya era hora de irse a casa.
Echó una larga y última mirada al cielo, a esa magnífica tierra de plata donde tanto había aprendido.
-Estoy listo -dijo al fin.
Y Juan Salvador Gaviota se elevó con las dos radiantes gaviotas para desaparecer en un perfecto y oscuro cielo.
 
Hola anónimo,gracias por entrar me dejas con un nudo en la garganta...no digo más.
 
Basta con acariciar la superficie de estos relatos para percibir esa febril ternura infantil devenida en brío y talento poético, de postales a veces difusas y hasta distantes, con esa tenue luz propia del encanto resuelto en un suspiro...
 
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