viernes, noviembre 03, 2006

No sabe lo que hay detrás de ciertos ojos.
Por Miriam Badillo

Lo miro, sus ojos son negros de verdad, no café oscuro, negros en serio. Intuyo su sufrimiento, tengo noticia de su locura, sé que no sabe que yo estoy ahí, delante suyo pensando lo que ahora escribo. Yo podría ser otra y eso no cambiaría en nada sus palabras, sus gestos, sus descomunales esfuerzos por enganchar sus pensamientos con el carro de las palabras. Trato de dejar que ese mismo carro me arrastre hasta los territorios en que él habita, no puedo.

Me mira, sus ojos son castaños y tristes, la mirada se vincula seriamente con su deseo, con sus ansias, con las raíces tibias de un amor verdadero que tiene ganas de crecer, pero para mí no es más que la imagen maestra producida por el ilusionista que me habita.

Nunca los miré, sus ojos se esconden, acechan, me odio cuando siento repulsión y ellos me la producen, así que es preferible olvidarlos para siempre.

No me mira, yo tampoco, sus ojos son de un azul casi marino. Sin embargo sí hay algo de vana fatalidad en este encuentro que espera la continuación.
Me mira y yo lo miro, sus ojos son oleajes majestuosos, así será para siempre.
Nos miramos, sus ojos son grises algunas veces, azules en otras. Y el terror más absoluto me sacude hasta los huesos, me incendia.

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